La globalización ha traído como consecuencia la importación de tendencias o modas arquitectónicas que han probado tener cierto éxito en los países desarrollados, aún cuando éstas rompan con el contexto urbano e incluso tengan efectos nocivos sobre el medio ambiente.
Este es el caso de los edificios cuyas fachadas estan cubiertas por vidrios-espejo y que desde la década de los 80 han inundado las principales avenidas de las ciudades latinoamericanas.
Para muchas personas los inmuebles de cristal son bellos –una apreciación estética sumamente cuestionable- por lo que año con año muchos arquitectos o modistos de la arquitectura disfrazan todo tipo de edificios –oficinas, departamentos, naves industriales, centros comerciales, etc.- con este material. A ninguno de ellos les interesa el impacto ambiental de estas edificaciones, lo importante es estar a tono con la tendencia mundial.
La moda de construir edificios cuya fachada esté cubierta por vidrios-espejo forma parte de una tendencia que presuntamente hace que los edificios sean eficientes en cuanto a su consumo de energía –este es el argumento con el que algunos arquitectos justifican el disfraz-; sin embargo, resulta lo contrario y su aporte ambiental es mínimo o nulo.
Aunque desde el punto de vista estético pueden ser muy -llamativos- por el juego de reflejos [y también porque equívocamente se asocian con cierto estatus económico], el efecto que tienen los rayos solares puede ser muy desagradable, en especial cuando los vidrios-espejo son obscuros, pues impiden que la luz solar penetre de inmediato y la rebotan hacia los edificios o locales ubicados al rededor, los cuales reciben todo el -charolazo-. Esto ocasiona que en el ambiente externo se eleve la temperatura, lo cual resulta muy molesto para los vecinos y para la gente que transita por la calle.
No sólo las edificaciones recubiertas de vidrio espejo generan problemas, ya que las de vidrios transparentes o de color claro aún cuando no generan problemas con el reflejo del sol no retienen el calor en el interior, lo que obliga a estas construcciones a contar con mecanismos de aire acondicionado para mantener la temperatura estable, un recurso que en muchos casos resulta contaminante.
Así como los edificios de cristal son asociados con cierto estatus económico, al parecer su imagen también está estrechamente relacionada con la arquitectura de vanguardia, pues las fachadas de muchos de los denominados -edificios inteligentes- están resueltas con vidrio-espejo o vidrio de color claro. Paradojicamente estos edificios que supuestamente estan diseñados para ahorrar energía y se presumen como eficientes, sustentables y hasta ecológicos se contradicen al tener en su interior todo un sistema de enfriamiento, además de que el cristal reflejante en sí es la solución más dañina desde el momento en que refleja la luz y el calor de manera desmedida.
Para muchos es tentadora la idea de construir fachadas con cristales y con espejos, pero en contextos como el de la Ciudad de México debería adecuarse a las condiciones ambientales, que son muy diferentes a las de las partes altas o del norte del planeta.
Según el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal, las fachadas que tengan más de 30 por ciento de vidrios o espejos deberán presentar un estudio sobre los impactos que cause su reflejo en edificaciones vecinas y en vía pública, pero todos aquellos que han utilizado este material ¿de verdad lo han hecho o han actuado de manera corrupta?
Este es el caso de los edificios cuyas fachadas estan cubiertas por vidrios-espejo y que desde la década de los 80 han inundado las principales avenidas de las ciudades latinoamericanas.
Para muchas personas los inmuebles de cristal son bellos –una apreciación estética sumamente cuestionable- por lo que año con año muchos arquitectos o modistos de la arquitectura disfrazan todo tipo de edificios –oficinas, departamentos, naves industriales, centros comerciales, etc.- con este material. A ninguno de ellos les interesa el impacto ambiental de estas edificaciones, lo importante es estar a tono con la tendencia mundial.
La moda de construir edificios cuya fachada esté cubierta por vidrios-espejo forma parte de una tendencia que presuntamente hace que los edificios sean eficientes en cuanto a su consumo de energía –este es el argumento con el que algunos arquitectos justifican el disfraz-; sin embargo, resulta lo contrario y su aporte ambiental es mínimo o nulo.
Aunque desde el punto de vista estético pueden ser muy -llamativos- por el juego de reflejos [y también porque equívocamente se asocian con cierto estatus económico], el efecto que tienen los rayos solares puede ser muy desagradable, en especial cuando los vidrios-espejo son obscuros, pues impiden que la luz solar penetre de inmediato y la rebotan hacia los edificios o locales ubicados al rededor, los cuales reciben todo el -charolazo-. Esto ocasiona que en el ambiente externo se eleve la temperatura, lo cual resulta muy molesto para los vecinos y para la gente que transita por la calle.
No sólo las edificaciones recubiertas de vidrio espejo generan problemas, ya que las de vidrios transparentes o de color claro aún cuando no generan problemas con el reflejo del sol no retienen el calor en el interior, lo que obliga a estas construcciones a contar con mecanismos de aire acondicionado para mantener la temperatura estable, un recurso que en muchos casos resulta contaminante.
Así como los edificios de cristal son asociados con cierto estatus económico, al parecer su imagen también está estrechamente relacionada con la arquitectura de vanguardia, pues las fachadas de muchos de los denominados -edificios inteligentes- están resueltas con vidrio-espejo o vidrio de color claro. Paradojicamente estos edificios que supuestamente estan diseñados para ahorrar energía y se presumen como eficientes, sustentables y hasta ecológicos se contradicen al tener en su interior todo un sistema de enfriamiento, además de que el cristal reflejante en sí es la solución más dañina desde el momento en que refleja la luz y el calor de manera desmedida.
Para muchos es tentadora la idea de construir fachadas con cristales y con espejos, pero en contextos como el de la Ciudad de México debería adecuarse a las condiciones ambientales, que son muy diferentes a las de las partes altas o del norte del planeta.
Según el Reglamento de Construcciones del Distrito Federal, las fachadas que tengan más de 30 por ciento de vidrios o espejos deberán presentar un estudio sobre los impactos que cause su reflejo en edificaciones vecinas y en vía pública, pero todos aquellos que han utilizado este material ¿de verdad lo han hecho o han actuado de manera corrupta?
Fuente: www.arq.com.mx
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